La piel está compuesta de muchos tipos de tejido:
- vasos sanguíneos
- nervios
- folículos pilosos
- músculos que erizan el vello y hacen la piel de gallina
- celulas grasas
- dos capas de células epiteliales: la dermis y la epidermis
- todo eso está rodeado de agua y tejido conjuntivo suelto.
Este tejido conjuntivo se compone principalmente de colágeno, una proteína que tiene la útil propiedad de ligarse con el agua.
El colágeno proporciona a la piel un acolchado suave y húmedo que, además de darle grosor, le brinda la capacidad de estirarse y plegarse cuando el cuerpo se mueve.
El colágeno en sí no está hecho de células, pero son las células cercanas las que lo producen y reparan. Por lo tanto, el estado de este tejido conjuntivo está bajo la supervisión del ADN.
Cuando la gente envejece, el colágeno sufre cambios, tornándose más rígido y menos húmedo. Al perder adaptabilidad, ya no vuelve a su sitio cuando se estira o se pliega. Comienza a retener las arrugas, que llegan a ser permanentes.
Son muchas las influencias físicas que pueden acelerar el envejecimiento del colágeno: el fumar, la exposición excesiva a la luz solar, una deficiencia vitamínica, la desnutrición, la deshidratación.
Los radicales libres son una causa importante y hasta primordial del envejecimiento en el plano celular.
Los radicales libres producen cambios que tienden a ser irreversibles y permanentes.
Toda célula produce enzimas que degradan, neutralizan y desintoxican a los radicales libres. Ellos son los antioxidantes. Los mejores son el betacaroteno, todo el complejo de vitamina B, zinc y selenio.