Las dietas con un contenido elevado de fibra se tienen que masticar más, por lo que disminuye la velocidad con la que se tragan los alimentos, produciéndose una mayor salivación y así se favorece la higiene dental.
En el estomago, las fibras solubles enlentecen el vaciado gástrico, retrasan el paso del contenido del estomago al intestino delgado.
Las fibras solubles pueden formar disoluciones viscosas con el contenido gastrointestinal, de tal forma que las sustancias que tienen que absorberse les cuesta más hacerlo, como le sucede a la glucosa y a las grasas.
También puede verse disminuida la absorción de minerales, principalmente calcio, hierro, cobre y cinc, sobretodo si la fibra se toma en grandes cantidades.
En el colon, la fibra insoluble es bastante resistente a la degradación bacteriana. Debido a ello y por su capacidad de retener agua es capaz de incrementar la masa fecal y favorecer el peristaltismo, el movimiento del intestino.
Además la fibra soluble es, en general, degradada en mayor o menor proporción por las bacterias del colon.
Esta degradación origina:
- Determinados gases, que pueden ser indeseables, pero que en proporciones moderadas son beneficiosos, puesto que este gas proporciona a las heces consistencia, lo que facilita el transito intestinal.
- Ciertos compuestos que pueden ser absorbidos y utilizados por el cuerpo humano para obtener una pequeña cantidad de energía (pero sólo representa un 5% de los requerimientos de un individuo sano).